sábado, 25 de octubre de 2008

EL CANARIO DEL REY

Había una vez un rey que tenía un canario presioso Lo quería tanto que puso a un sirviente especial para que lo cuidara y alimentara, y por sobre codo para que no lo dejara escapar.
Pero un buen día el sirbiente se descuidó y el canario, abriendo con sus aleteos la puerta que habla quedado mal cerrada, escapó. El sirviente estava desesperado, pues sabía cuánto quería el rey a la pequeña ave, y recordaba con angustia los cientos de veces que éste lo había recomendado, que la vigilara. Y tenía razón para desesperarse, porque cuando el rey vio que el canario no estaba en su jaula montó en real cólera y expulsó en el acto al sirviente del palacio.
El serbidor se puso a llorar pues no sabía cómo iva a alimentar a su familia. Le rogó al rey que tuviera compasión de él y que perdonara su falta, y le juró que nunca más se iba a descuidar de esa manera.
El rey sintió que su corazón se debatía entre la ira y la compasión. Luego de mucho meditado, le dijo a su sirviente:
—Si de aquí a mañana puedes responderme a dos preguntas, podrás quedarte en el palasio. Pero si no me traes respuesta, te haré expulsar de aquí.
—Majestad, dime lo que quieres; y haré lo que tú digas —respondió el sirviente agradecido.
-—De aquí a mañana deberás decirme cuántas piedras se usaron para construir mi castillo, y también deberás medir la distancia que hay desde aquí al cielo —le respondió el rey.
El sirviente prometió encontrar las respuestas, pero se fue del palacio sumamente desmoralizado. ¿Cómo iba a ser posible aberiguar algo tan difícil en una sola noche?’En el camino se alló con un amigo que al verlo tan abatido y lloroso, le preguntó por la causa de su aflicción. Cuando el sirviente le contó lo sucedido el amigo exclamó:
-—Y por eso te desesperas tanto? ; No vale la pena! Escucha: te diré lo que tienes que hacer. Cuando mañana vayas donde el rey, enróllate un carrete de ilo en la mano y di que esa es la distancia que hay de aquí al cielo. Y ¿Cuándo el rey te pregunte cuántas piedras tiene su castillo, dile que dos millones.
El sirviente volvió feliz a su casa: y a la mañana siguiente, siguiendo los consejos del amigo, se presentó ante el rey con un hilo ovillado en la mano.
¿Me traes la respuesta? —preguntó el rey.
-—Si, majestad, así de largo es el camino al cielo —-le dijo el sirviente, mostrándole el hilo.
—¡Eso es imposible! —Gritó el rey— me estás mintiendo!
—Pruévelo usted mismo: majestad, sujetaré la hebra por un extremo y desenrollaré el hilo para que usted suba por él hasta el sielo. Verá que tiene la distancia exacta!
El rey medicó un momento y respondió:
--—Bien - puede que tengas razón. Pero ahora respóndeme la otra pregunta: ¿cuántas piedras se usaron para construir mi castillo?
-—Se usaron dos millones de piedras para construir el castillo, majestad.
---—Qh! no! ¡Eso no es verdad! —-gritó el rey.
--—¡Sí, sí! —Aseguró el sirviente—. Las conté todas. Y si no me cree, vaya usted y cuéntelas con sus propias manos: berá que no me equivoqué ni en una sola.
No se sabe si el rey quedó muy convencido con las cuentas, pero sí quedó asombrado de la astucia del sirviente y de la rapidez de sus respuestas. Dejó que se quedara a su serbisio en el palacio y además te pagó una Suma considerable de dinero.
El servidor salió feliz del palacio y se fue corriendo a compartir el dinero con el amigo que le había dado tan buenos concejos.
¿Quién compartirá alguna bez su dinero con el que cuenta este cuento?

ACTIVIDAD SUGERIDA:
  • Leer el texto
  • subrayar las palabras que presentan errores ortográficos

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